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miércoles, 23 de noviembre de 2011

Gonzalo Valenzuela































Hay ciertos rasgos de guión de novela en la vida de Gonzalo Valenzuela (33). A los 20, enfrentó la muerte de su hermano mayor, y tres años más tarde debió superar la de sus padres. En 2005, impulsado por el gran éxito de una tira chilena que se vio en la televisión local, dejó Santiago y se instaló en Buenos Aires. Mientras grababa Doble vida, conoció a Juana Viale (29) y se enamoró profundamente. Desde entonces, aquel guión se escribe con alegrías, idas y vueltas, dramas y momentos difíciles. Pero Gonzalo, uno de los protagonistas de esta historia, pareciera tener tintes de superhéroe inmortal. “Más que de coraza, me gusta hablar de coraje. Recuerdo que durante el funeral de mi padre, se me acercó un gran actor chileno, Willy Semler, me miró a los ojos y me dijo: ‘¡Coraje!’. Eso me quedó grabado. Lo tengo agarrado y no quiero soltarlo. Aunque vengan las balas, les pongo el cuerpo, aun sintiendo que pueden lastimarme”, asegura Gonzalo.

–Con todo lo que vivieron Juana y vos durante el último tiempo, ¿se trata de un año para recordar o para olvidar?

–Todos los años son para recordar, porque las personas nos construimos gracias a las propias experiencias. Más que los estudios, la sabiduría o los libros, lo verdaderamente importante tiene que ver con lo que nos toca vivir. Este fue un año de muchas vivencias que no vamos a olvidar nunca y, gracias a eso, estamos en proceso de reconstrucción.

–Fue un año en el que tuviste que sacar a relucir todo lo que significa tu nombre: “guerrero”, “hombre dispuesto para la lucha”.

–No sé por qué, pero hice justamente lo contrario: no salí a pelearme ni a darle batalla a nadie. Sólo busqué mantenerme de pie, con las responsabilidades que tenía. En mi caso, tengo dos niños y espero que no haya nada en la vida que pueda destruirme, porque si yo caigo, son ellos los que más van a sufrir. Tengo la obligación de ser fuerte por el amor a mis hijos, a mi familia…

–Cuando hablás de tus hijos, ¿te estás refiriendo a Ambar también?

–Sí, claro. Yo quiero a Ambar (8) como si fuera mi hija, y ella lo sabe. Somos una familia ensamblada. Ella tiene a su papá, que es un divino, pero vive conmigo desde que tiene 2 años. Tenemos una relación muy profunda, aunque está clarísimo que su padre es Juan (De Benedictis). Todo el tiempo busco que se vean lo máximo posible, porque tengo muy buena relación con él, jugamos al fútbol… Siempre le digo a Ambar: “Tenés dos papás que te aman, sos una chica de suerte”. Y ella me mira como diciendo: “Estás loco”. [Se ríe a carcajadas.]

–Juana suele definirte como “un ser mágico con ganas de construir”. ¿Te reconocés en esas palabras?

–No me parece que sea nada del otro mundo, construir es casi una condición animal.Si no, andaríamos todos solos, pero resulta que nos juntamos, estamos en pareja. ¡Y todo eso aun sabiendo lo difícil que es estar en pareja! Deseo seguir construyendo mi familia, que se vuelva cada día más sólida, aprendiendo de todo lo que nos tocó vivir.

–Un día podemos descreer del amor y, al tiempo, volver a enamorarnos como si nada hubiera pasado, ¿no?

–El amor es insólito, algo inentendible, que no tiene explicación. Desde el comienzo del mundo, las grandes historias y hasta los grandes crímenes tienen que ver con el amor.

–¿El amor también lo perdona todo?

–Tal vez.Yo no soy quién para asegurarlo, pero es loquísimo lo que uno puede llegar a hacer por amor. Yo soy muy honesto con lo que siento y sé que también puedo cometer errores, que no soy perfecto. Tal vez, para algunos, pude haber actuado como un tonto, ser el mejor hombre del mundo o simplemente un romántico.Pero yo actué con Juana desde la sinceridad, desde lo que sentí verdaderamente. Aunque me vi muy humillado por algunos programas de televisión, sé que nunca le hice mal a nadie, y eso me hace ir con la cabeza en alto y para adelante.

–¿Qué te enamora de Juana?

–Todo lo que ella es… Como mujer, como madre, como persona. Y tenemos la suerte de conocernos muchísimo.

–¿Te gustaría casarte?

–Me parece un rito divino, sobre todo, para las mujeres que se imaginan con el vestido blanco y esas cosas de Disney World con las que fuimos criados. Algún día será, cuando nos llegue el momento.

–¿Creés en el amor para toda la vida?

–Sí, claro. Creo que en la vida uno tiene un gran amor y para mí es éste. Ojalá pueda mantenerse, pero si no es así, igual va a seguir siendo mi gran amor.

–¿Qué cambió con la paternidad?

–Todo. Acá entramos en lugares comunes y ciertos clichés que son imposibles de evitar. Con la llegada de Silvestre (3), descubrí otro amor, y lo que yo puedo llegar a amarlo es increíble. Me desvivo por él. A mí me asusta que pueda pasarme algo, me agarró miedo a los aviones, ¿podés creerlo? Ando en moto, pero más despacio. Cuando no tenía hijos, era mucho más loco con la vida. Ahora hay una proyección, el futuro toma cuerpo.

–¿Cómo te definirías en tu rol de padre?

–Trato de poner orden, pero estoy tan enamorado de mi hijo que no me funciona. Le aguanto todo. Con la rutina del teatro, tengo mucho tiempo libre para disfrutarlo, pasear, jugar, hacemos piruetas, parece un niño de circo ya. [Se ríe.] Ahora me voy unos días a Chile con Silvestre. Con el embarazo de Juana, está muy mamero, pero está feliz con el plan de padre e hijo viajando solos.

–¿Cómo es vivir en una suerte de reality show, donde hagan lo que hagan –bueno o malo– siempre es noticia?

–Insoportable. Cuesta acostumbrarse a eso… Juana lo dijo hace poco en una entrevista: “Mi vida es como The Truman Show”. Porque cuando hacemos, porque hacemos y cuando no hacemos, nos inventan. Es insólito que traten de hacer una novela de nuestra vida. La verdad es que no puedo comprenderlo y hasta me cuesta hablar del tema.

–¿Te enoja?

–Por momentos, me enojo y digo: “¿Cómo puede ser que inventen tanto, que sean tan malos?”. Hay otros momentos en que me resigno, me encierro y empiezo a confiar cada vez menos en la gente… El otro día, salimos con Benjamín (Vicuña) y un amigo a cenar por Palermo después del teatro y, al rato, Benja me dice: ‘Mejor vayámonos de acá porque ya twittearon que estamos los tres solos’. ¡Qué enfermedad! Tres amigos comiendo en Palermo y ya estaban armando una historia. ¿Por qué no te dedicás a vivir tu vida en vez de estar pendiente de lo que hacen los demás?

–¿Pero no creés que, con ciertas actitudes, ustedes alimentan esa especie de show?

–Una de las opciones que tenemos es no contarle nada a nadie, Juana es de esa idea. Pero a mí me llena de alegría que mi mujer esté embarazada y lo primero que quiero hacer es agarrar el teléfono y contárselo a mis amigos, a mi hermana. Tengo la sonrisa dibujada, y se me caen las lágrimas de emoción, ¿por qué no puedo compartirlo? Pero, por otro lado, hay quienes me dicen “no lo hagas porque se va a filtrar y lo van a publicar”. OK, que se filtre y que se crean superhéroes por tener la primicia.

–¿Leés o escuchás todo lo que se dice sobre Juana y vos?

–No, y tratamos de que nos llegue lo menos posible. Es la manera más sana, si no, te volvés loco porque todos los días hay una nueva. Hace poco, dijeron que estaba internado con convulsiones, y yo estaba arriba del escenario.

–¿Es cierto que están planeando mudarse a Chile?

–No, no es cierto. Santiago es un puerto que está siempre ahí, pero por cuestiones laborales, llevo dos años trabajando acá, y me reclaman, tengo ofertas para hacer televisión. Para escapar del Truman Show, tendríamos que irnos a vivir a Africa.

–¿Creés en Dios? ¿Tenés un guía espiritual?

–En Chile, tengo una especie de gurú, una “chamana” con la que hablo de vez en cuando, pero ahora acá me estoy encontrando con un doctor que me ayuda muchísimo. Descubrí que es una gran arma para tener armas, ¿no? Me encanta, una vez a la semana me junto con don Ricardo… Es un divino. Me ayuda mucho a ver cómo encarar la vida, la cotidianeidad, es un momento donde puedo escucharme.

–¿Sos un hombre impulsivo?

–Depende. Cuando se trata de algo emocional o de problemas personales, me tomo mucho tiempo, tal vez más de lo normal. Tengo la capacidad de poder enfriar mi cabeza antes de actuar. Pero cuando tiene que ver con algo laboral, generalmente soy impulsivo. Si tengo una idea y siento que tengo que ponerla en práctica, no puedo detenerme.

–¿Solés prestarle atención a la intuición?

–Absolutamente. Con las personas, con la vida, con lo que está por venir…

–¿Y qué creés que está por venir?

–Calma, pura alegría, y con Juana estamos trabajando para que así sea. La llegada del nuevo bebé…

–¿Cómo están viviendo el embarazo?

–Con una felicidad inmensa, difícil de poner en palabras. Una verdadera bendición.

–A lo largo de tu vida, tuviste que enfrentar la muerte de tu hermano mayor, la de tus padres e incluso la de tu hijo Ringo, pero aun así tenés una visión piadosa sobre el tema.

–Tuve la mala suerte o la buena suerte…

–¿Buena suerte?

–Es que la muerte te enseña, es parte de la vida, está presente todo el tiempo. Hubiese dado lo que fuera para que no me pasara todo lo que me pasó, pero me tocó. A la muerte hay que aceptarla, no entenderla, pero yo aprendí mucho y pude sacar ventaja del dolor.

Texto: Sebastián Fernández Zini
Fotos: Ignacio Arnedo
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