Es el galán más codiciado de la televisión. Pero fuera de la pantalla, en la vida real, también es un fenómeno: sedujo a las mujeres más deseadas de la Argentina. Entre sus conquistas hay veinteañeras y también señoras “de las cuatro décadas”. ¿Su método de seducción? “No soy versero; me ayuda mucho la buena onda”, asegura. Durante una pausa en las grabaciones de Malparida, la primera novela que lo tiene como protagonista, abre las puertas de su intimidad. Y exige una aclaración: “¡No soy un metrosexual, como dicen por ahí!”.
Estoy solo, vivo solo y no estoy enamorado”, aclara Gonzalo Ezequiel Heredia (28, orgulloso hijo de Munro). Así comienza la entrevista. Con esa frase, el actor pretende detener cualquier intento del cronista de sumergirse en su vida privada. De todos modos, aquel arremete y le pregunta por sus últimas conquistas: Mercedes Oviedo, Cecilia Roth, Marcela Kloosterboer, Flavia Palmiero... ¿Cómo evitarlo? Pero Gonzalo prefiere no hacer nombres. Va a hablar de su vida, por supuesto. También de su infancia, de sus sentimientos e, incluso, de sus métodos de conquista. Confesará, por primera vez, que sufrió mucho por amor. Y que algunas mujeres le han sido infieles. ¡Atrevidas! Ahora sonríe pícaro y pide un cortado en jarrito, que dejará enfriar. Se concentra en cada detalle: no quiere parecer torpe, ni decir algo inoportuno.
Cuando se pone nervioso, se toca el pelo. Y sonríe intranquilo cuando lo califican de “el galán del momento”. Tiene miedo de quedar encasillado, de no poder despegarse de semejante rol. “Lamentablemente, vivimos en una sociedad a la que le encanta catalogar. Pero te aseguro que no me voy a olvidar nunca de mis orígenes: yo soy un pibe de Munro, que se vino al Centro para perseguir un sueño. Pero mis vecinos saben bien que siempre estoy volviendo al barrio”, cuenta el protagonista de Malparida, la nueva tira que produce Pol-ka para El Trece. Y es cierto: si bien Gonzalo Heredia hoy vive en Palermo, está construyendo su hogar en Munro. Se trata de una casa de dos plantas, que tendrá un espacio para ensayar y experimentar cosas nuevas a nivel actoral.
–Ya que te gusta volver a los orígenes, empecemos por el principio. ¿Cómo era la infancia de Gonzalo Ezequiel Heredia?
–Nací y me crié en las calles de Munro. Iba al club Unión, cerquita de casa, donde practicaba natación, tenis y fútbol. En el fútbol fui delantero, arquero y terminé como mediocampista. Después, cuando crecí, dejé el secundario y empecé a trabajar. El lugar de los encuentros con los pibes del barrio fue en la casa de mi amigo Mauro, enfrente del colegio Echeverría de mi barrio.
–¿Cuándo sentiste el deseo de ser actor?
–Fue a los 14 años, cuando recibí un volante de una escuela de teatro que había en Florida. Un domingo de verano fui a ver el lugar. Y me encantó el aire familiar que se respiraba ahí.
–¿Cómo les contaste a tus viejos de tu vocación?
–Para ellos sólo era una de las tantas actividades que yo hacía. Pero enseguida se empezaron a dar cuenta de que me lo tomaba muy en serio, porque ensayaba todos los días, incluso los domingos. Toda la plata que tenía la gastaba en books de fotos. Así empecé a ir a castings de publicidad y de televisión, hasta que quedé en Enamorarte, la primera tira que hice y mi primer trabajo pago.
–¿Estudiaste teatro para ganar más mujeres o para perder la timidez?
–No. Yo siempre fui muy trabajador a la hora de conquistar a una mujer.
–¿Ahora que sos conocido, no te resulta todo demasiado fácil?
–A mí nunca me fue fácil. Siempre me costó mucho. Ahora, ser conocido me juega como un arma de doble filo. Está bueno salir con alguien que ni siquiera te conozca, empezar toda la historia desde cero. Pero ahora es más complejo: no sabés si una mujer te quiere conocer a vos o quiere acercarse al personaje que hacés en la novela.
–¿Qué tácticas usás a la hora del levante?
–Encarar, no. Soy más sutil, ni versero ni entrador, aunque a veces la simpatía y la buena onda me ayudan. Tampoco ir de frente, ni comerme el mundo porque estoy en la televisión. Más bien soy un tipo callado y observador.
–¿Puro instinto, como un animal?
–No, porque soy más bien vergonzoso, torpe, tímido... y a veces también cursi a la hora del amor. Sencillo, simple... Me gusta estar atento a los detalles. Pero no siempre me fue bien, eh. ¡Sufrí mucho...! Lo que más miedo me da es que las mujeres me hieran... o hacerlas sufrir.
–¿Sufriste mucho por culpa de las mujeres?
–Está muy dividida la cosa. A mí me encantan las mujeres, pero ellas también me dejaron y me fueron infieles. Ojo: reconozco que yo también fui infiel y muchas veces pedí disculpas... ¡pero ellas no supieron entenderme!
–¿Qué tiene que tener una mujer para que te guste?
–Debe ser inteligente, talentosa y, por sobre todas las cosas, tener un gran sentido del humor. Me gusta admirar a la mujer que está a mi lado.
–¿Por qué ahora salieron muchas chicas pulposas, otras mediáticas y algunas señoras de más de cuatro décadas a decir que vivieron un romance con vos?
–No sé. No me gusta hablar de la gente que salió conmigo, porque siempre las respeté.
–¿Para vos la diferencia de edad es un límite?
–En el amor no hay límites, ni de edad ni de nada. Y cuando tiene que pasar, pasa. Trato de no ponerme reglas; si no, sería todo muy aburrido.
–¿Qué pasó realmente con Flavia Palmiero?
–(Se toca el pelo y sonríe) Nada. Yo estoy bien, muy contento con Malparida.
–¿Cómo vivís esta carrera vertiginosa que construiste? Sorprendiste a todos desde Socias, después conociste la locura mediática con Valientes, ahora te llaman para protagonizar Malparida...
–Todo esto que me está pasando es demasiado para mí. Por momentos me da vértigo, me da miedo alcanzar un estado de saturación. Pero también temo saturar a la gente. Además, en esta tira con Juana (por Viale, claro), los dos estamos debutando como protagonistas de una telenovela. Porque en Valientes yo tenía el apoyo de Luciano y Mariano, pero acá estoy solo. Tengo que poner toda mi energía en este proyecto, es un gran desafío para mí. Por eso lo acepté. Creo que me parezco mucho a Lautaro, mi personaje, porque me encantan el vértigo, la adrenalina y los desafíos. Me gusta salir a experimentar las mismas sensaciones que viven mis personajes en las distintas ficciones.
–Ah, entonces cuando fuiste taxi boy en el cine, en la película Ronda nocturna, ¿saliste a experimentarlo?
–(Ríe) No, nunca me ofrecieron dinero por sexo. Tampoco me hicieron una propuesta indecente. Lo que me pasó en Ronda nocturna fue muy bueno, porque pude experimentar otro registro. Imaginate: a la tarde hacía Frecuencia 04, una tira juvenil que vendía vinchas y figuritas, y por la noche me metía en recovecos, experimentaba cosas sórdidas... No reniego de ningún trabajo que hice, pero me encantaron el cine y el teatro. Nadie recuerda que antes de Valientes hice teatro independiente y trabajé en la calle Corrientes.
–¿Y cómo hacés para bajarte del vértigo de la televisión sin estrellarte?
–Para salir de ese mundo vuelvo a mi barrio, con mi familia y mis amigos. También voy tres veces por semana al gimnasio, para bajar la ansiedad.
–¿Qué cosas cambiaron en tu vida desde que te convertiste en un actor popular?
–No voy a un shopping un domingo de lluvia. Intento ir a lugares tranquilos, para poder disfrutar. Después, sigo teniendo los mismos amigos. Además, el año que viene pienso volver a vivir en Munro.
–¿Es difícil volver al barrio con un poco de maquillaje en la cara?
–Casi no uso maquillaje. Sólo voy a la peluquería una vez por mes, porque me crece muy rápido el pelo. Aprovecho para desmentir todas las cosas que se dijeron respecto a mi imagen, porque no soy metrosexual: nunca me alisé ni me planché el pelo. No me pongo brillo en las uñas ni uso crema en la cara. Y no pienso vivir nunca en un country. Soy un pibe de barrio que sigue teniendo los mismos códigos. Quizás un poco chapado a la antigua, porque no tengo Facebook ni Twitter.
–Vivís solo, trabajás muchas horas... ¿Qué hacés cuando llegás a tu casa?
–Me pongo un pantalón cómodo, selecciono la ropa que me voy a poner al otro día, leo las escenas que tengo de Malparida, me meto en Internet para leer el diario o algunos portales de literatura, como el de La arquitectura de la mentira. Si estoy solo, cocino algo muy básico y ceno parado en la cocina. Después me voy a dormir, aunque muchas veces tengo la fantasía de volver a escribir un blog (tuve uno) con mis cuentos.
–¿Y qué encontrás cuando abrís la heladera?
–Por lo general, cosas vencidas o frutas pasadas. Pero cuando mi mamá me viene a visitar me repone las cosas básicas.
–¿Qué te hubiese gustado decir en este reportaje?
–No sé... Creo que dije cosas de más.
fuente: genteEstoy solo, vivo solo y no estoy enamorado”, aclara Gonzalo Ezequiel Heredia (28, orgulloso hijo de Munro). Así comienza la entrevista. Con esa frase, el actor pretende detener cualquier intento del cronista de sumergirse en su vida privada. De todos modos, aquel arremete y le pregunta por sus últimas conquistas: Mercedes Oviedo, Cecilia Roth, Marcela Kloosterboer, Flavia Palmiero... ¿Cómo evitarlo? Pero Gonzalo prefiere no hacer nombres. Va a hablar de su vida, por supuesto. También de su infancia, de sus sentimientos e, incluso, de sus métodos de conquista. Confesará, por primera vez, que sufrió mucho por amor. Y que algunas mujeres le han sido infieles. ¡Atrevidas! Ahora sonríe pícaro y pide un cortado en jarrito, que dejará enfriar. Se concentra en cada detalle: no quiere parecer torpe, ni decir algo inoportuno.
Cuando se pone nervioso, se toca el pelo. Y sonríe intranquilo cuando lo califican de “el galán del momento”. Tiene miedo de quedar encasillado, de no poder despegarse de semejante rol. “Lamentablemente, vivimos en una sociedad a la que le encanta catalogar. Pero te aseguro que no me voy a olvidar nunca de mis orígenes: yo soy un pibe de Munro, que se vino al Centro para perseguir un sueño. Pero mis vecinos saben bien que siempre estoy volviendo al barrio”, cuenta el protagonista de Malparida, la nueva tira que produce Pol-ka para El Trece. Y es cierto: si bien Gonzalo Heredia hoy vive en Palermo, está construyendo su hogar en Munro. Se trata de una casa de dos plantas, que tendrá un espacio para ensayar y experimentar cosas nuevas a nivel actoral.
–Ya que te gusta volver a los orígenes, empecemos por el principio. ¿Cómo era la infancia de Gonzalo Ezequiel Heredia?
–Nací y me crié en las calles de Munro. Iba al club Unión, cerquita de casa, donde practicaba natación, tenis y fútbol. En el fútbol fui delantero, arquero y terminé como mediocampista. Después, cuando crecí, dejé el secundario y empecé a trabajar. El lugar de los encuentros con los pibes del barrio fue en la casa de mi amigo Mauro, enfrente del colegio Echeverría de mi barrio.
–¿Cuándo sentiste el deseo de ser actor?
–Fue a los 14 años, cuando recibí un volante de una escuela de teatro que había en Florida. Un domingo de verano fui a ver el lugar. Y me encantó el aire familiar que se respiraba ahí.
–¿Cómo les contaste a tus viejos de tu vocación?
–Para ellos sólo era una de las tantas actividades que yo hacía. Pero enseguida se empezaron a dar cuenta de que me lo tomaba muy en serio, porque ensayaba todos los días, incluso los domingos. Toda la plata que tenía la gastaba en books de fotos. Así empecé a ir a castings de publicidad y de televisión, hasta que quedé en Enamorarte, la primera tira que hice y mi primer trabajo pago.
–¿Estudiaste teatro para ganar más mujeres o para perder la timidez?
–No. Yo siempre fui muy trabajador a la hora de conquistar a una mujer.
–¿Ahora que sos conocido, no te resulta todo demasiado fácil?
–A mí nunca me fue fácil. Siempre me costó mucho. Ahora, ser conocido me juega como un arma de doble filo. Está bueno salir con alguien que ni siquiera te conozca, empezar toda la historia desde cero. Pero ahora es más complejo: no sabés si una mujer te quiere conocer a vos o quiere acercarse al personaje que hacés en la novela.
–¿Qué tácticas usás a la hora del levante?
–Encarar, no. Soy más sutil, ni versero ni entrador, aunque a veces la simpatía y la buena onda me ayudan. Tampoco ir de frente, ni comerme el mundo porque estoy en la televisión. Más bien soy un tipo callado y observador.
–¿Puro instinto, como un animal?
–No, porque soy más bien vergonzoso, torpe, tímido... y a veces también cursi a la hora del amor. Sencillo, simple... Me gusta estar atento a los detalles. Pero no siempre me fue bien, eh. ¡Sufrí mucho...! Lo que más miedo me da es que las mujeres me hieran... o hacerlas sufrir.
–¿Sufriste mucho por culpa de las mujeres?
–Está muy dividida la cosa. A mí me encantan las mujeres, pero ellas también me dejaron y me fueron infieles. Ojo: reconozco que yo también fui infiel y muchas veces pedí disculpas... ¡pero ellas no supieron entenderme!
–¿Qué tiene que tener una mujer para que te guste?
–Debe ser inteligente, talentosa y, por sobre todas las cosas, tener un gran sentido del humor. Me gusta admirar a la mujer que está a mi lado.
–¿Por qué ahora salieron muchas chicas pulposas, otras mediáticas y algunas señoras de más de cuatro décadas a decir que vivieron un romance con vos?
–No sé. No me gusta hablar de la gente que salió conmigo, porque siempre las respeté.
–¿Para vos la diferencia de edad es un límite?
–En el amor no hay límites, ni de edad ni de nada. Y cuando tiene que pasar, pasa. Trato de no ponerme reglas; si no, sería todo muy aburrido.
–¿Qué pasó realmente con Flavia Palmiero?
–(Se toca el pelo y sonríe) Nada. Yo estoy bien, muy contento con Malparida.
–¿Cómo vivís esta carrera vertiginosa que construiste? Sorprendiste a todos desde Socias, después conociste la locura mediática con Valientes, ahora te llaman para protagonizar Malparida...
–Todo esto que me está pasando es demasiado para mí. Por momentos me da vértigo, me da miedo alcanzar un estado de saturación. Pero también temo saturar a la gente. Además, en esta tira con Juana (por Viale, claro), los dos estamos debutando como protagonistas de una telenovela. Porque en Valientes yo tenía el apoyo de Luciano y Mariano, pero acá estoy solo. Tengo que poner toda mi energía en este proyecto, es un gran desafío para mí. Por eso lo acepté. Creo que me parezco mucho a Lautaro, mi personaje, porque me encantan el vértigo, la adrenalina y los desafíos. Me gusta salir a experimentar las mismas sensaciones que viven mis personajes en las distintas ficciones.
–Ah, entonces cuando fuiste taxi boy en el cine, en la película Ronda nocturna, ¿saliste a experimentarlo?
–(Ríe) No, nunca me ofrecieron dinero por sexo. Tampoco me hicieron una propuesta indecente. Lo que me pasó en Ronda nocturna fue muy bueno, porque pude experimentar otro registro. Imaginate: a la tarde hacía Frecuencia 04, una tira juvenil que vendía vinchas y figuritas, y por la noche me metía en recovecos, experimentaba cosas sórdidas... No reniego de ningún trabajo que hice, pero me encantaron el cine y el teatro. Nadie recuerda que antes de Valientes hice teatro independiente y trabajé en la calle Corrientes.
–¿Y cómo hacés para bajarte del vértigo de la televisión sin estrellarte?
–Para salir de ese mundo vuelvo a mi barrio, con mi familia y mis amigos. También voy tres veces por semana al gimnasio, para bajar la ansiedad.
–¿Qué cosas cambiaron en tu vida desde que te convertiste en un actor popular?
–No voy a un shopping un domingo de lluvia. Intento ir a lugares tranquilos, para poder disfrutar. Después, sigo teniendo los mismos amigos. Además, el año que viene pienso volver a vivir en Munro.
–¿Es difícil volver al barrio con un poco de maquillaje en la cara?
–Casi no uso maquillaje. Sólo voy a la peluquería una vez por mes, porque me crece muy rápido el pelo. Aprovecho para desmentir todas las cosas que se dijeron respecto a mi imagen, porque no soy metrosexual: nunca me alisé ni me planché el pelo. No me pongo brillo en las uñas ni uso crema en la cara. Y no pienso vivir nunca en un country. Soy un pibe de barrio que sigue teniendo los mismos códigos. Quizás un poco chapado a la antigua, porque no tengo Facebook ni Twitter.
–Vivís solo, trabajás muchas horas... ¿Qué hacés cuando llegás a tu casa?
–Me pongo un pantalón cómodo, selecciono la ropa que me voy a poner al otro día, leo las escenas que tengo de Malparida, me meto en Internet para leer el diario o algunos portales de literatura, como el de La arquitectura de la mentira. Si estoy solo, cocino algo muy básico y ceno parado en la cocina. Después me voy a dormir, aunque muchas veces tengo la fantasía de volver a escribir un blog (tuve uno) con mis cuentos.
–¿Y qué encontrás cuando abrís la heladera?
–Por lo general, cosas vencidas o frutas pasadas. Pero cuando mi mamá me viene a visitar me repone las cosas básicas.
–¿Qué te hubiese gustado decir en este reportaje?
–No sé... Creo que dije cosas de más.
GONZALO HEREDIA galán fotos
hola todo bien amigo soy maru
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