–¿Te sigue inquietando salir a escena?
–El escenario genera mucha adrenalina. Uno está tranquilo, pero por dentro es un volcán. Si bien es algo que hacés todas las noches, no hay manera de evitar los nervios en cada función. Por suerte todavía tengo esa electricidad recorriéndome el cuerpo, porque si no la tuviera querría decir que me da lo mismo, y eso mataría la pasión.
–¿Qué gratificaciones te da este personaje?
–Richard Roma es un tipo sin principios. Hace todo para llegar y tiene la impunidad de los encantadores de serpientes. Es seductor, incluso para los hombres. Si tiene ganas te vende el Obelisco con tal de lograr su objetivo. Me gusta que sea tan rico en composición. La idea es lograr que la gente lo termine odiando al recordar alguna experiencia vivida con un tipo como él.
–¿Es un vendedor argentino promedio, entonces?
–(Risas) ¿Sabés que sí? Pero mi personaje tiene la clase de los ingleses, porque la obra está pensada y escrita allá. Es el clásico tipo al que le dejás algo para arreglar y después nunca te lo devuelve.
–¿Sentiste en tu profesión la competencia que sufre tu personaje de Codicia?
–Este es un medio con mucha competencia y envidia, pero nunca me enrosqué con eso. Siempre traté de no entrar en esas actitudes. En la mayoría de mis laburos tuve la suerte de estar con gente sin malicia. Soy un tipo tranquilo, hago lo mío y no me meto con el resto. Pero al principio de mi carrera me encontré con actores que eran asquerosos y ni siquiera eran protagonistas. Entonces puse límites… fuera quien fuera. Cuando el director o el actor pasa la línea del respeto, no transo. Así me quede muchas veces sin trabajo. Yo voy de frente.
–De la codicia a la avaricia hay un paso...
–(Risas) Uuyy… Soy terrible. Tengo todo encanutado. Nooo… mentira. No califico en eso. Ya está, no aprobé. No guardo nada. A ver… guardo lo mínimo e indispensable para disfrutar y darme gustos. No me puedo quejar. No me interesa tener siete autos… Tengo uno y listo. La disfruto cuando la tengo que disfrutar. Pero con el tiempo aprendí a no dar por dar. Antes era muy despojado, y no todo el mundo se merece que uno dé, porque hay gente que te decepciona. También me cuido más de la gente, y valoro más al amigo que te quiere por el tipo de persona que sos, y no por la fama o el cholulismo.
–¿Cómo reaccionás a la envidia?
–La envidia es algo de todos los días. Te envidian los que están arriba porque no quieren que te acerques y te envidian los de abajo porque quieren ocupar tu lugar.
–Es inevitable que te pregunte por Araceli, porque son una pareja para envidiar.
–Nos va muy bien… gracias a Dios y a todos los santos, que son los únicos que nos protegen.
–¿Te molestó cómo trataron a la pareja los medios y la opinión pública?
–Si hay gente a la que no le gusta la relación, que mire para otro lado, y que se sume a la que por amiguismo y para quedar bien nos critica. A algunos les podemos gustar y a otros no. No voy por la vida buscando que acepten a mi pareja. A los que les gusta, bien… Nadie se va a acercar para decirme “qué tonto sos por salir con Ara”. Al contrario: sólo recibo felicitaciones, porque ella es increíble. Me interesa la gente que me conoce, la que sabe lo que siento por Araceli. No me hago cargo del resto.
–¿Por qué lo decís?
–En este medio hay mucha gente que quiere quedar bien con Dios y con el Diablo. Tampoco me importa dar la imagen de parejita feliz, y después llegar a casa y que sea todo lo contrario. Si yo no la quisiera a Ara, no me expondría tanto. Tampoco me engancho en las comparaciones infantiles que hacen ciertos medios. Es ridículo.
–Entonces no te importa lo que dicen de vos.
–Es que si le doy bola, me mato. Te juro que cambié. A mí me daba bronca cuando decían cosas por mi laburo o mi pareja. Ahora dejo que se enrosquen los de afuera.
–Volvamos a los pecados. ¿Sos perezoso?
–Me gusta estar en mi casa. Levantarme, desayunar, relajarme, escuchar música: New Age, Phil Collins, Freddy Mercury, y música de películas. Soy fanático. Estar en mi casa es un momento privado que no quiero compartir con nadie. Es estar en equilibrio en mi bunker. Y aprovecho para leer las obras que me llegan. La mía es hacer lo que me gusta, siempre. No necesito estar todos los años en un programa diferente. Hay gente que lo hace por necesidad o por ego. Yo no.
–Me la dejaste picando para preguntarte por la soberbia…
–La manejo bien. El actor que te diga que no tiene soberbia miente. Si somos actores algo hay que tener. Mi ego no es avasallante. Está bueno tener soberbia. El tema es la medida. Te puede ayudar a lograr objetivos en la vida. Si no, te quedás en la nada, conforme con cosas chicas, sin crecer. No soy un egocéntrico, pero tengo algo de soberbia.
–¿Ser famoso fue un problema alguna vez?
–Al principio sí… Pero hay que desarrollar un ojo crítico. No sabés la razón por la que se acerca alguien. Si tenés ego y te creés mil, pensás que lo hacen porque sos lo más, pero en realidad sos un perejil. Ahí caés en la mediocridad.
–¿Sufrís de gula?
–Sí, mucho… Me encantaría ser gordo y comer de todo. Soy fanático de los dulces. Hace dos meses que no voy al gimnasio y por eso me estoy cuidando. Bah, cerrando la boca. Pero antes de dormir me como algún caramelo o algo dulce. Si no, no pego un ojo en toda la noche.
–¿Sos de agarrarte rabietas? ¿Tenés ataques de ira?
–No, soy tranquilo. Mientras no me busquen…
–Bueno, sólo queda preguntarte por la lujuria…
–(Ríe) No soy lujurioso. Nooo… Lo mío es el momento privado.
–No entiendo. ¿Qué es el momento privado?
–Que soy tranquilo. Lujuria, para mí, es la fiesta reventón… Nunca me gustó lo de mucha gente. No me va. Eso de una mano que en la oscuridad no sabés de quién es, no me va. La lujuria es peligrosa. Sabés cómo empieza, pero no cómo termina…
Fabián Mazzei araceli gonzalez hombre actor bello
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