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jueves, 23 de abril de 2009

El regreso de Gastón Gaudio






Gastón Gaudio, quien hasta hace un tiempo se veía convencido de no retomar el juego profesional, venció al tandilense Diego Junqueira, tras casi dos años sin ganar en un torneo grande.

Hace apenas unos meses, el Gato dudaba en regresar al juego profesional y decía estar con "cero ganas" de soportar las presiones que implicaban un regreso serio. "No sé si estoy completamente seguro de no jugar más, pero lo pienso seguido. Es mucho esfuerzo, boludo", le dijo Gaudio a Brando en junio del año pasado, durante una entrevista en el Vilas Racquet Club.

Por entonces, conseguir el encuentro con el tenista no fue del todo fácil. Así como dudaba sobre su vuelta al tenis, dudó mucho para confirmar la nota, primero diciendo que no tenía ganas, después poniendo como excusa un viaje. Luego de varias conversaciones telefónicas y una vez que confirmó que la idea no era fotografiarlo "como si fuera un modelo", accedió a acordar una cita. La idea era hablar de la famosa final de Roland Garros 2004. Aquí, la charla que Brando tuvo con Gastón:

En el torneo Roland Garros 2004 Gaudio ganó, pero luego del partido una especie de maldición cayó sobre él y Guilermo Coria, su rival. Coria tuvo un buen 2005, de hecho se mantuvo en el Top Ten, pero inició un impresionante declive en 2006, cuando llegó a cometer treinta y seis dobles faltas en un mismo partido, y terminó la temporada fuera de los cien primeros del ranking. El año siguiente estuvo jalonado por sucesivos problemas físicos y un descenso cada vez más pronunciado en el ranking. Hubo también una buena noticia, pero que no tenía mucho que ver con el rendimiento como tenista: la resolución favorable en un juicio iniciado a una empresa de suplementos alimenticios deportivos que le habría suministrado sin su consentimiento un complejo vitamínico contaminado con anabólicos, lo que determinó una suspensión de siete meses para el jugador en 2001. En líneas generales, sin embargo, Coria sólo apareció en los medios por sus supuestos trastornos psicológicos.

Y fue su propio padre, para muchos responsable central de las presiones que siente el jugador, quien aseguró a principios de este año, luego de una pobre actuación de Guillermo en un torneo en Viña del Mar, Chile, que deseaba que su hijo se retirara del tenis. Y el que a la hora del diagnóstico sobre la caída libre del vástago no dudó: "El bajón de Guillermo está directamente relacionado con haber regalado una final totalmente ganada en Roland Garros contra Gaudio; y después, encima, vino la eliminación contra Eslovaquia en la Davis". Sea ajustado o no el análisis, lo cierto es que aquella final marcó un antes y un después en la vida deportiva de sus protagonistas.

Y el después no fue muy venturoso para ninguno. Como si pasado aquel momento de gloria para el tenis argentino, todo lo quedara fuera el abismo. En el caso de Gaudio se trató de algo así como conseguir lo que siempre se deseó y luego no saber muy bien qué hacer con eso. Un problema clásico en términos, cómo no, psicológicos… "Es la historia de siempre, uno quiere lo que no tiene. A mí me pasa en mi vida cotidiana, y no sólo con el tenis", asegura.

EL FAVORITO NATURAL DEL MATCH ERA CORIA.

La rivalidad entre los dos era de larga data –crecieron juntos en el tenis, y el propio Gaudio dice hoy: "Guillermo es de algún modo el protagonista principal de la película sobre mi vida deportiva"–, pero se había profundizado en 2003, cuando Coria dejó afuera a Gaudio en una semifinal del torneo de Hamburgo, Alemania, aparentemente utilizando artimañas reñidas con la ética deportiva. Aún hoy Gaudio asegura que su rival simuló una lesión para enfriar el partido en el peor momento para él. Logró desconcentrar a Gaudio, se repuso y ganó. También estuvo a punto de trenzarse a golpes de puño con Gastón, quien indignado por la supuesta treta lo fue a increpar en los vestuarios.

Coria llegaba a la final en el mejor momento de su carrera. Tenía apenas 22 años y muchos lo señalaban como el sucesor de Guillermo Vilas, el mejor tenista argentino de la historia. Había ganado el título en Hamburgo después de aquel accidentado partido con Gaudio, venciendo en la final a otro argentino, Agustín Calleri, y tuvo un año 2003 brillante. Pero quedó afuera imprevistamente en Roland. Sin embargo, Coria se recuperó de inmediato y ganó tres torneos en tres semanas consecutivas –Stuttgart, Kitzbuhel y Sopot– sin ceder un solo set y alcanzando un total de quince victorias seguidas.

Se convirtió ese año en el jugador con mejor performance en canchas lentas, con un récord de treinta y ocho victorias y cinco derrotas, y finalizó la temporada como número 5 del mundo. Después tuvo un excelente primer semestre en 2004, llegó al puesto número 3 del ranking de la ATP y brilló en Roland Garros hasta el día de la final. Venía de ganar cuarenta y ocho de sus últimos cincuenta partidos en polvo de ladrillo. Gaudio venía también en un nivel muy alto y de jugar el que él considera aún hoy el mejor partido de su vida, su triunfo en cuartos de final contra el irascible australiano Lleyton Hewitt por 6-3, 6-2 y 6-2.

La final arrancó no muy bien: 15 mil espectadores se aburrieron mortalmente durante la primera hora de partido, que fue un monólogo de Coria: 6-0, 6-3 en dos primeros sets donde dominó inapelablemente y logró despertar los fantasmas habituales en la mente del Gato, que en una de sus clásicas reacciones depresivas le gritó a su entrenador, Franco Davin: "¡No puedo jugar así, me quiero ir!". Pero sucedió lo inesperado, el público hizo que el partido se detuviera dos minutos haciendo la popular "ola" y Gaudio empezó a remontar. Un detalle bizarro: el peluquero mediático Roberto Giordano se atribuye parte de la responsabilidad de la recuperación del Gato: asegura que fue él quien empezó la "ola" en el court central ese día.

Lo que vino después es conocido: Coria empezó a sufrir calambres y Gaudio se quedó con los tres sets siguientes (6-4, 6-1, 8-6), no sin antes estar al borde del abismo en dos match points que el Mago desperdició. Fueron tres horas y media de un partido más vibrante que brillante, y Gaudio terminó tirado en la cama de su hotel parisino absolutamente exhausto, tolerando los ruegos de un gran amigo que viajó para ver esa final y que quería salir a festejar. El Gato juntó fuerzas y efectivamente tuvo una noche de celebración, de la que hoy, dice, recuerda "poco y nada".

¿En qué pensaste cuando terminó aquella final con Coria?
De chico, el sueño de mi vida era ganar Roland Garros y estar al menos entre los 10 primeros del ranking. Cuando conseguís eso, cuando lográs lo que te proponés, lo primero que sentís es que es un premio a tu sacrificio, que el esfuerzo valió la pena. La mayor parte de la gente cree que en el tenis no hay que hacer ningún sacrificio. Ese día pensé en que les podría contar a mis hijos que gané Roland Garros, lo que sería un orgullo. Me pasaron mil cosas por la cabeza, pero lo más importante es que sentí esa sensación de haber estado a la altura del desafío. No se gana de casualidad un torneo así.

¿Seguís con el mismo terapeuta con el que trabajás desde hace años y que de hecho fue muy importante en la época de Roland Garros?
Sí, hace mucho que trabajo con él. Juegue o no al tenis profesionalmente.

Da la impresión, de todos modos, de que lo dramatizás bastante. No la pasa tan mal un jugador de tenis de tu nivel, ¿no?
Hoy tengo que jugar challengers y ganar, eso es lo que digo que no es fácil. No tengo ganas de hacer ese esfuerzo. Otra cosa es ir a jugar el Masters; ahí la pasás bárbaro, pero para llegar hay que hacer un enorme sacrificio, no estar como yo hoy.

Aunque tuvo un año posterior bueno, Coria sufrió un declive después de esa final, algo parecido a lo que pasó con vos, sobre todo porque parece un tema psicológico ante todo. Parece una maldición, ese partido.
Yo no lo veo así. Para mí está claro que él se cansó de las presiones de su familia. Imaginate que eso arrancó cuando nació: ¡le pusieron Guillermo por Vilas! A Coria, condiciones le sobran, pero te aseguro que tanta presión te hace explotar la cabeza. Tenísticamente es un genio, de eso no me caben dudas, pero también hace falta estar bien anímicamente para jugar al tenis de alto nivel. Es un deporte en el que estás solo. No es como el fútbol, que se juega en equipo y si te duele la panza pedís el cambio y listo.

¿Hubieras preferido jugar con otro esa final?
Sí, pero básicamente porque él venía jugando increíble. Pero después que era un clásico, y eso me emparejaba el partido, porque la verdad es que en ese momento, desde el punto de vista del tenis exclusivamente, Coria parecía invencible en esa superficie.

Y después entraste renqueando en la conferencia de prensa post partido en Roland Garros. Fue una venganza divertida.
Te juro que yo también estaba dolorido. No me vengas a joder a mí, el que inventó la lesión fue Coria. Y se fue metiendo solo en su propia película, eso fue lo que pasó. Si no podés jugar, no podés jugar, no hay vueltas. Pero ya le había rendido simular una lesión en Hamburgo y entonces repitió la estrategia. El problema es que cuando te hacés el lesionado no podés dar marcha atrás porque es un papelón. Y esa vez le costó el partido.

Nota Revista BRANDO N°32 (junio de 2008).
Por Alejandro Lingenti.
Fotos de Axel Alexander.

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