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lunes, 6 de octubre de 2008

Marcelo Tinelli “Volver a Bolívar me hace bien, es una forma de recuperar mi historia”






El sábado 27 se corrió la décima Maratón Dino Hugo Tinelli que marcó una década de progreso en deporte, cultura y salud para la ciudad de Marcelo. “Papá pasó sus últimos días en Buenos Aires porque el hospital de Bolívar no estaba en condiciones, por eso es tan fuerte esta obra”, explica Tinelli. Aquí, el recuerdo de su niñez, sus padres y su abuelo.

Cincuenta y dos minutos con dieciséis segundos después, Marcelo corta la cinta de llegada junto a su hijo Francisco. Son las siete de la tarde, garúa sobre Bolívar y el cartel marca que la Maratón Internacional Dino Hugo Tinelli comenzó hace poco menos de una hora. Aunque, en realidad, esta historia acaba de cumplir diez años: “A medida que transcurría la carrera, el día, me fueron cayendo las imágenes. Cuando veíamos el video que pasaron por la pantalla gigante me decía: ‘¡Qué increíble! ¿Todo esto hicimos?’. Es muy lindo, porque fueron diez años donde creció Bolívar y crecí yo… ¡Me veo mucho más viejo! Papá pasó sus últimos días en Buenos Aires, porque el hospital no tenía los medios para atenderlo. Por eso para mí es muy fuerte ayudar al hospital, conseguir el equipo de cardiología, las incubadoras o la sala de hemodiálisis… Hoy es uno de los mejores de la provincia”, piensa en voz alta Marcelo (48) una década más tarde, con look aggiornado –la onda goma, como él mismo llamaba, quedó out hace rato–, todo de negro con su clásica remera sin mangas y unas calzas muy cool que, súper abrazadas a sus largas piernas, le llegan hasta los tobillos. Los pelos al viento, claro. Y a su lado corre su versión en miniatura, Francisquito (10), mientras que en la tribuna están su mujer, Paula Robles (41) y su hija, Juana (5) que, lejos, bien lejos del perfil bajísimo de su madre, no para de hacerles caras a los fotógrafos.
La Maratón Dino Hugo Tinelli fue la excusa que encontró el conductor de ShowMatch en 1999 para cerrar un círculo, una historia a la que le faltaban algunos capítulos. Fue aquel año cuando, después de una reunión en Ideas del Sur, le preguntó al intendente de Bolívar, Juan Carlos Simón: “¿Qué puedo hacer por la ciudad?”. Y la vuelta del hijo pródigo produjo un antes y un después en la vida de esta ciudad bonaerense, que tenía un hospital –el Dr. Miguel Capredoni– que se caía a pedazos y hoy es uno de los más importantes de la provincia de Buenos Aires. Más tarde llegó la remodelación del Complejo Deportivo República de Venezuela y la creación del Club Ciudad de Bolívar, multicampeón de la Liga Nacional de Voley y que hoy tiene una sede única en Sudamérica.

Tinelli dejó Bolívar tres meses antes de cumplir once años y recién regresó a los 38. Habla Marcelo:

–“Nos fuimos de Bolívar como arrancados. Con la muerte de mi viejo, mamá no quiso regresar nunca más, y yo no volví. Papá estuvo internado veinte días en Buenos Aires, y cuando murió no pisamos más la ciudad. El departamento que era de mi abuelo quedó cerrado y jamás supe qué pasó. Yo era muy chico… Me quedó una cosa fea adentro… ¿Volver a Bolívar? Hasta que un fin de semana me puse de novio con una chica de acá y empecé a venir. Venía los viernes y me volvía los domingos temprano, para hacer los partidos...”.

–¿Volver fue una forma de recuperar tu historia?
–Volver y ayudar a Bolívar me hace bien: es una forma de recuperar mis raíces y mi historia. Hoy me regalaron una carpeta con recuerdos de mi familia y el día que publicaron mi nacimiento. Es muy fuerte vivir todo esto. Por eso le puse al Gimnasio el nombre de mi abuelo, José Domeño. El vino de Pamplona con una mano atrás y otra adelante; de chico era muy pobre, jugaba con una latita y dos piedritas y después se convirtió en empresario. Fue dueño de dos diarios, La Mañana y El Mensajero, una barraca, campos… Era un tipo grosso acá en Bolívar. Le fue muy bien.

–Ahí están los genes que te dieron ese espíritu emprendedor…
–Sí, creo que lo heredé de él. Y algunos placeres, como el vino tinto. Mi abuelo tomaba tinto en bota y fumaba habanos, cosas que con el tiempo empezaron a gustarme a mí también. El era el que siempre se caracterizaba de Papá Noel y nos asustaba con la máscara de algodón. Hoy yo hago lo mismo. La maratón es reencontrarme con mi viejo. Y mamá era una mujer ligada a la cultura. Por eso, cuando recuperemos el complejo cultural de cines, me gustaría que llevara su nombre, María Ester Domeño. Sería cerrar un círculo.

–¿Tenés un recuerdo idealizado de tu padre?
–No sé si idealizado, pero lo tengo en un lugar muy alto. Siempre digo que me hubiera encantado tenerlo hoy, no para que diga “¡mirá todo lo que logró mi hijo!”, sino para que me ayudara en un montón de cosas. Era un tipo muy laburante: tuvo florería, fábrica de trapos de piso… Y muy futbolero, enfermo de San Lorenzo. Ibamos al Gasómetro cuando el Cuervo jugaba de local. Le encantaba cocinar. Me hizo probar cosas que nunca hubiese pensado: mulita, peludo, rana. Un día me engañó y me dijo: “Es un pollito chiquito, probálo”. Y las ranas saltaban en la sartén… Hoy mis hijas odian la rana, y yo trato de convencerlas de que es riquísima.

–¿Y cómo creés que te ve Francisco?
–Cómo me ve, no lo sé. Pero yo prefiero observarlo a él: es algo que me nutre mucho. Uno tiene aciertos y errores, pero no soy el padre canchero que dice: “Cuando vos fuiste, yo fui y volví…”. Al contrario, aprendo todo el tiempo de mis hijos. Por ejemplo, las chicas (Micaela, 20, y Candelaria, 18) me ayudaban en Ritmo de la noche. Mica me tenía al tanto de los musicales que venían en el ’95. No tengo esa cosa de muchos padres de “quiero que mi hijo sea tal cosa…”.

–Dale, Marcelo, vos querés que tu hijo sea el 10 de San Lorenzo…
–Ja, ja. Sí, me encanta que a Francisco le guste el fútbol, ir al club, estar cerca del plantel, ver las inferiores, patear una pelota. Cada vez me cuesta más llevarlo al campo de Baradero. Pero no les pido que sean lo mismo que yo. Por ejemplo, mi hija mayor estudia Diseño. Y Juana es un huracán, no para nunca: canta, baila, me pide que le haga de presentador en casa con las amigas, y yo le pongo puntos como si fuera Lafauci.

–¿Hoy, dónde sentís la ausencia de tus padres?
–En los lugares más simples: cuando estoy sentado en el campo me encantaría estar con mi viejo comiendo un asado. O me gustaría salir a caminar, a tomar un café. A mamá llegué a disfrutarla más...

–Le estás cambiando la vida a Bolívar. ¿Hasta dónde puede hacer una sola persona?
–El otro día me preguntaban si le reclamo algo a la gente, y yo sólo puedo agradecerle. Pero un día no voy a estar, porque así es la vida, y me encantaría que esto sea continuado por alguien. Que se siga con la maratón, con las obras del hospital, que se pueda mantener todo, para que la gente lo siga disfrutando.

–¿Sabés que con este trabajo contás con un capital que envidiaría cualquier político?
–Puede ser, pero me gusta colaborar desde afuera de la política. Me veo como una persona que puede ser más útil en este rol. Todo lo que es político tiene demasiadas transas, y no lo digo en el sentido corrupto, sino que hay que negociar mucho. Prefiero seguir ayudando desde afuera…


fuente: revista gente
Por Julián Zocchi. Fotos Javier Moreno y Archivo Atlántida.

2 comentarios:

  1. marcelo hujo tinelli hace cosas por su pueblo natal que es bolivar que queda 2255 kilometros de la provincia de buenos aires y uqe sigue haciendo mas cosas por su bolivar natal donde nacio y nacio alla y de ahi se crio y vivio su vida junto a su padres que lo criaron con educacion y ademas le dieron una identidad que es marcelo hujo tinelli domeño asi se llama un gran hombre de buen nivel

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  2. marcelo tinelllcuenta su historia en la que vivio en bolivar tiene una carpeta con los recortes de recuerdos que cueta de como vino al mundo y de como se crio alla junto a sus padres y de sus abuelos y abuelas que lo criaron con educacion propia y ademas es tan emoiva su historia de vida que a todo nos hace emocionarnos con su historia de vida que de verdad es tan generoso y solidario

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